viernes, 19 de abril de 2013

Desde dentro.

Esto es algo que escribí hace unos días y que quizá debería compartir con vosotros.

"Tranquilos, que ya sé que no me echabais de menos.
Escribo. Escribo porque lo necesito y porque la escritura me necesita a mí. Últimamente he dejado de ser yo mismo. Supongo que no es más que una mera etapa de eso a lo que llaman adolescencia. Nada me salía bien, todos los pequeños destellos de luz que podía haber se apagaban poco a poco. ¿Sabéis qué es lo más irónico de todo? Que yo veía cómo mi vida se derrumbaba y lo único que hacía era quejarme. ¿Por qué? Porque soy humano, chicos. Todos, absolutamente todos, tenemos nuestros momentos de grandeza y de flaqueza. Una persona puede ir acumulando daños, puede sufrir en silencio, puede no querer preocupar al resto de gente que le conoce. Pero, realmente, lo único que consigue actuando de esa manera es autolesionarse, pues todo el cúmulo de negatividad, sin querer, acaba por derrumbar el muro que poco a poco queremos construir. Pero, ajeno a todo esto, mi problema viene de antes. Mi problema viene cuando yo soy mi propio problema. Sí, yo. Un chico que él mismo se genera sus problemas, y con eso me refiero a que lo que busco, de algún modo u otro, es que cuando empeoro o creo una mala situación por haberme ido de la lengua o haber dicho lo que pienso, intento refugiarme haciéndome la víctima buscando así la comprensión y el perdón de esas personas. Pero decidme: ¿acaso todo ser humano no necesita notar, recibir y saber que tiene el cariño, la amistad y el amor de otras personas? Yo creo que sí. Todos y cada uno de nosotros necesitamos sentirnos queridos y apreciados por alguien. Desgraciadamente, existen personas que son muy exigentes, pues aunque otros te digan lo que en realidad es, que son tus amigos, que te quieren, tú no creerás sus palabras hasta que veas sus actos, quieres de verdad te lo demuestren y, por si fuera poco, tú no te das cuenta de que no haces eso mismo que estás pidiendo. Aquí esta otro de mis fallos. He llegado a un punto en el que no sé valorar eso, pues ya he tenido demasiadas palabras vacías en la vida, y, por favor, no más.

El jueves día 28 de Marzo desaparecí completamente, o eso intenté, de toda red social y contacto no físico-visual con cualquier persona. Como un cobarde, dejé toda mi vida aparcada, con los problemas que acababa de causar y me alejé de las discusiones, los malos ratos, el dolor y el sufrimiento. Sufrimiento, porque fastidié algo sagrado: una amistad. O dos. O tres. La cosa es que fue por lo que ya he mencionado arriba. Desaparecí porque intentaba hacerme la víctima de nuevo. No estoy del todo seguro, aunque tengo la ligera sensación de que hice lo correcto. Necesitaba tiempo para apartarme de la sociedad en sí, necesitaba tiempo para hacer una autovaloración personal y hacer una reflexión sobre mi vida, qué estaba haciendo bien y qué estaba haciendo mal. Eliminé WhatsApp, Twitter, no entro a Facebook… ¿He llegado a alguna conclusión? No del todo.

“Estas dos semanas… han sido muy duras para mí, aprendiendo a confiar en la gente… a no romper esa confianza: ‘¡déjame ayudarte, dime en qué estás pensando!’ ‘Si te abandonas a ti mismo, abandonarás al mundo.’ ‘Tú ya no eres más mi compañero tío, tú eres… ¡mi amigo!’.”

Algo sí he decidido. A veces, me viene a la memoria el esbozo de un chico que no veo desde hace un par de años. Era joven, un poco infantil, se pasaba el día en casa jugando a la consola, no tenía muchos amigos, y le era demasiado difícil hablar con una chica. Pero él era risueño, siempre intentaba alegrar a las personas fuera como fuese, muchas veces acababa soltando alguna chorrada para hacer reír al prójimo, siempre veía el paso de la vida como algo positivo. ¿A quién no le gustaría tomar su ejemplo? Personalmente, yo quiero ser como él. Toda persona con sentimientos tiene sus buenas y sus malas rachas. Me parece que ya va siendo hora de que las malas terminen y deje paso a lo bueno que está por venir… ¿o no? Se aproxima una época de cambios en mi vida. Quizá no esté del todo preparado, pero es lo que necesito. Es momento de hacerle frente a los problemas y decir: ‘¡Eh! ¡Estoy aquí! ¡Vamos, venid a por mí, que acabaré con todos vosotros!’ Pero tampoco quiero cambiar mi manera de ser. ¿Me estoy explicando? Quiero y no. O sólo una parte. Procuraré conservar todo lo bueno, si es cierto que tengo algo. No se me da demasiado bien explicarlo.

Saber por qué he acabado decidiendo esto es un tanto complicado, o quizá la cosa más simple del mundo. Estoy seguro de que muchos hablarán mal de mí a mis espaldas, que se reirán de mí, que me criticarán y que esperarán que me afecte lo que hagan. Y lo hará. Y tendré malos ratos, me costará enfrentarme a ello y hacerme a la idea, pues lo quiera o no, me derrumbo a la mínima y toda esta basura de tema me cuesta mucho sacarla adelante. Como también es cierto que en persona soy mucho más cerrado que cuando chateo a través de una pantalla. Sinceramente, siempre me había gustado el rollo oscuro e interesante aunque no pegase conmigo. Pero también es verdad que estoy en una etapa en la que si no disfruto de la, aunque poca, libertad que tengo, si no me marco unos objetivos e intento conseguir lo que me propongo, habré fracasado en la vida. No quiero dejar de perderme los buenos momentos, pues también los hay. Que para unas situaciones uso la cabeza antes que el corazón, pero para otras es todo lo contrario. Y es que cuando debería utilizar una hago uso del otro. Estoy en una etapa en la que debo caer y volver a levantarme, incluso los más sabios tienen errores y aprenden de ellos. Estoy en una etapa en la que nada es verdad y todo está permitido. Estoy en una etapa de inicio en la vida real.

Es aquí donde me paro. Hoy dejo este escrito, conforme he tecleado cada una de las letras, me he intentado mentalizar de todo lo que me viene encima cuando pulse el botón de ‘twittear’… ojalá sea leve. No voy a dejar de sentirme solo. No voy a dejar de esperar actos que demuestren esas palabras que puedo escuchar o leer. Pero voy a dejar de construir una torre con los materiales equivocados. Hoy dejo este escrito que dentro de unos días retomaré, haré reflexión, y sabré si realmente lo estoy haciendo bien.

‘+Entonces, ¿qué camino escogerás? ¿El de la luz? ¿O prefieres la oscuridad? –El del medio. +¿El camino del crepúsculo al anochecer? –El camino de la noche hacia el amanecer.’"


V.